Los malos hábitos alimenticios no aparecen de la noche a la mañana, se van haciendo más presentes en nuestra vida poco a poco y cuando menos nos damos cuenta empiezan a causar estragos en nuestra figura y nuestra salud.
Pero tus malos hábitos no te definen y no tienen por qué dominarte, conocerlos y reconocerlos es el primer paso para liberarte de ellos de manera permanente y revertir cualquier efecto dañino que hayan tenido sobre ti.
No masticar bien los alimentos
La digestión empieza en la boca. Masticar bien los alimentos es el primer paso para una asimilación adecuada. Comer despacio también es importante para reconocer las señales de saciedad del cuerpo, ya que el cerebro tarda 20 minutos en registrar que ya has comido suficiente.
Masticar bien los alimentos es indispensable para poder comer con plena conciencia. Sentarse a la mesa, bajar el tenedor entre cada bocado y compartir los alimentos con alguien más son cosas que te ayudarán a disfrutar más de los alimentos y no comer de más.
Si masticas bien y comes con conciencia, terminarás comiendo menos al final del día.
No desayunar
Siempre se ha dicho que el desayuno es la comida más importante del día, sin embargo, en los últimos años algunos expertos han alzado la mano argumentando que hay estudios que indican que el desayuno no hace gran diferencia cuando de bajar de peso se trata.
¿Quién tiene la razón? Aquí lo que procede es usar el sentido común y encontrar lo que te funcione a ti. Salir de casa después de haber comido un desayuno saludable y balanceado reduce tus posibilidades de que te tengas que ver en la necesidad de comprar cualquier cosa en la tienda de la esquina a media mañana. De igual manera, evita que llegues con un apetito voraz a tu siguiente comida. Muy a pesar de tendencias actuales como la del ayuno intermitente y otras similares, lo prudente y recomendable sigue siendo salir de casa bien desayunado o llevar algo para el camino. Prepárate con anticipación haciendo unos huevos cocidos, remojando avena en agua o leche y refrigerándola para comer al día siguiente con fruta o dejando un sándwich hecho la noche anterior con pan integral, verdura y proteína para llevar contigo por la mañana.
No dormir lo suficiente
Los expertos coinciden en que el sueño es igual de importante para el bienestar de la persona que la dieta y la actividad física.
No dormir produce fatiga y estrés, considerados factores de riesgo para la obesidad y el sobrepeso. La falta de sueño puede impedir que tomes las mejores decisiones, inclusive las que tienen que ver con comida. El cansancio te puede llevar a optar por alimentos fáciles de consumir y que brindan una satisfacción momentánea pero que son altos en calorías, grasa, azúcar y sal.
Malpasarse
En un mundo acelerado, malpasarse o brincarse comidas enteras resulta común para muchas personas. Pero ¿qué sucede en tu cuerpo cuando esto se convierte en una costumbre? Tu metabolismo literalmente se desacelera. Lo primero que notarás es que si omite una comida comerás de más en la siguiente comida y todo tendrá un mejor sabor, esto es porque tu mente quiere evitar que la sigas privando del alimento que necesita para funcionar y quiere que comas más. Cuando no comes, el cuerpo genera una hormona llamada cortisol, que le indica que hay que comer y reservar la mayor cantidad de calorías posible para poder seguir funcionando ante una posible hambruna. El cerebro primitivo dependía de esta mecanismo para sobrevivir en un tiempo en el que la comida era escaza, pero con una disponibilidad de alimentos completa 24/7, poner a tu cuerpo en modalidad de emergencia no resulta la mejor opción para bajar de peso.
Basar tu dieta en comida chatarra
Es entendible que la comida rápida brinde una solución inmediata, barata, práctica y de buen sabor al problema de satisfacer el hambre cuando tenemos poco tiempo; pero a largo plazo las consecuencias pueden ser devastadoras.
La comida chatarra se ha ganado ese nombre porque tiende a ser muy alta en las versiones menos saludables de grasa, harinas, sal y azúcar; mientras aporta poco o nada de nutrientes. Cuando estas calorías vacías conforman la mayor parte de la dieta, la persona no recibe las cantidades necesarias de proteína, grasas saludables, fibra y micronutrientes. La única respuesta del cuerpo a una dieta con estas características es un aumento progresivo de peso, que no revertirá su tendencia mientras no se sustituyan estos alimentos poco saludables por verduras, frutas, leguminosas, granos integrales, nueces, proteínas de calidad y agua pura.
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