La obesidad es uno de los problemas de salud pública más preocupantes del mundo. El número de personas que luchan contra la obesidad casi se ha triplicado en los últimos 45 años [1], lo que convierte a la obesidad en una epidemia mundial de proporciones catastróficas. Lo peor es que cada año más y más niños también se ven afectados por este problema. Según la Organización Mundial de la Salud, 39 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso u obesidad en 2020 [1]. Este número aumenta enormemente cuando consideramos a los niños mayores. La prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños de entre 5 y 19 años fue del 18% en 2016, lo que significa 340 millones de niños y adolescentes en todo el mundo [1].
La obesidad se considera una enfermedad que se desarrolla por el exceso de acumulación de grasa y que provoca un deterioro de la salud. Sin embargo, la obesidad infantil se diagnostica de una manera muy diferente a la obesidad adulta. La obesidad infantil se produce cuando el peso en relación con la estatura de los niños es superior a 3 desviaciones estándar por encima de la mediana de los estándares de crecimiento infantil según su sexo y edad. Algunos países tienen diferentes estándares de crecimiento infantil, por lo que los criterios de obesidad cambian de un país a otro. Sin embargo, en términos generales, la obesidad infantil es cuando el índice de masa corporal (IMC) de un niño, en relación con su altura, está por encima del 95° percentil cuando se compara con otros niños de su misma edad, género y país [2].
Riesgos de la obesidad infantil
La obesidad infantil provoca graves problemas de salud que afectan la calidad de vida de los niños. Si este problema no se trata o no se resuelve, podría traducirse en una mala condición de salud en la edad adulta. Los riesgos de la obesidad infantil son los siguientes:
- Enfermedad del hígado graso
- Apnea del sueño
- Diabetes tipo 2
- Asma
- Enfermedad cardiovascular
- Colesterol alto
- Cálculos biliares
- Intolerancia a la glucosa
- Resistencia a la insulina
- Condiciones de la piel
- Anomalías menstruales
- Problemas de equilibrio
- Problemas ortopédicos [3]
Los niños que luchan contra la obesidad generalmente enfrentan estereotipos negativos, discriminación y marginación social. A raíz de ello, algunos niños pueden desarrollar baja autoestima, ansiedad, depresión o incluso dificultad para aprender y bajo rendimiento escolar.
Causas de la obesidad infantil
La obesidad infantil es causada por una diversidad de factores. La mayoría de estos factores escapan al control de los niños y recaen sobre los padres, los cuidadores y la sociedad en general. Esto hace que la obesidad infantil sea uno de los problemas más difíciles de abordar.
Genética
Algunos estudios han encontrado que el IMC es hereditario entre un 25% y un 40%. Sin embargo, la susceptibilidad genética a menudo debe ir acompañada de factores ambientales y de comportamiento que contribuyen para afectar el peso. El factor genético representa menos del 5% de los casos de obesidad infantil [3].
La genética juega un papel en la obesidad infantil, pero no es definitivo. Otros factores deben contribuir.
Alimentaciones y porciones excesivas
La alimentación excesiva en la primera infancia también podría provocar una reacción en cadena que luego desencadena la obesidad. Esto puede comenzar desde muy temprano. Por ejemplo, los bebés que amamantan tienen un menor riesgo de desarrollar obesidad infantil, principalmente porque a los bebés que beben leche de un biberón se les suele animar a que consuman mayores cantidades. La leche de fórmula es más pesada en proteínas y calorías en comparación con la leche materna. También,
la introducción temprana de alimentos sólidos (antes de los 4 meses de edad) se asocia con un mayor riesgo de obesidad infantil en comparación con la introducción posterior (alrededor de los 6 meses de edad) [4].
Si bien lo anterior sí juega un papel, esto podría superarse fácilmente con hábitos alimenticios saludables y actividad física constante a lo largo de la vida del bebé.
Pero existen otros hábitos alimenticios que contribuyen al desarrollo de la obesidad infantil de una manera más directa, por ejemplo, proporcionar excesiva leche de vaca, jugos, bebidas azucaradas, botanas y dulces, junto con alimentos ricos en grasas, azúcares, sal y calorías.
El consumo excesivo de comida rápida también es un problema importante en este tema. Las comidas rápidas son económicas y una opción práctica cuando no hay tiempo suficiente para comprar ingredientes y preparar una comida casera. Sin embargo, las comidas rápidas tienen una cantidad muy alta de calorías y un valor nutricional muy bajo. Los refrescos incluidos en esas comidas, con sus enormes tamaños, también contribuyen a una ingesta excesiva de azúcar y calorías.
Nivel de actividad bajo
Los niños no son tan activos como hace algunas décadas. La diversificación de las opciones de entretenimiento podría ser una razón para ello. Ver televisión, videojuegos, teléfonos inteligentes y tabletas se traduce en menos tiempo para hacer deporte y actividad física.
Cada hora adicional de televisión al día aumenta la prevalencia de la obesidad en un 2% [3].
El comportamiento sedentario conduce a la obesidad ya que el cuerpo reserva la energía alimentaria que no se utilizó en el día. Cuando los niños comen en exceso y permanecen físicamente inactivos, las calorías adicionales que consumen se almacenan en forma de grasa. Sin embargo, la inactividad y la obesidad generan un círculo vicioso, ya que la obesidad dificulta la participación de los niños en deportes o juegos al aire libre debido a una mala condición física y dificultad para respirar, pero no participar en estas actividades contribuye a su vez al sedentarismo y, por lo tanto, conduce a más obesidad.
Cómo prevenir la obesidad infantil
- Fomenta una alimentación saludable. Los niños comen lo que tienen a su disposición. Si la despensa está llena de alimentos procesados y bocadillos, lo más probable es que los prefieran en lugar de cualquier otra comida saludable. Procura un entorno en el que se fomente el consumo de frutas, verduras y refrigerios saludables.
- Brinda oportunidades para participar en actividades físicas. Inscribir a los niños para que participen en deportes y actividades al aire libre es una gran estrategia para garantizar que se mantendrán activos al menos durante el tiempo que dure la actividad. Planifica salidas familiares frecuentes, como paseos por el parque o paseos en bicicleta. Una hora al día es todo lo que necesita. Asegúrate de animar a tus hijos a que hagan ejercicio con frecuencia, pero siempre como si fuera un juego o una actividad placentera, nunca como una obligación o un deber. Planea actividades divertidas que impliquen moverse, saltar, correr, trepar… Cuanto más divertido sea, más motivado estará el niño.
- Evita usar bocadillos y dulces como recompensa. Nuestra sociedad tiende a usar la comida como una forma de socializar en ocasiones especiales; y los pasteles y dulces, como recompensa. Especialmente cuando se trata de niños. En las fiestas, Halloween y algunos días festivos, los anfitriones regalan bolsitas llenas de dulces a los niños como algo normal y tradicional. Estamos acostumbrados a pensar que la infancia es el momento idóneo para comer dulces. Pero esta no es una práctica cultural saludable. Sustituye los dulces por bocadillos más saludables, como frutas, verduras y nueces. Asegúrate de hablar con tu familia y amigos acerca de la importancia de limitar los dulces, las comidas altas en grasas y azúcares, los helados y los refrescos en las reuniones sociales, para el mayor bienestar de los niños. Adquiere el hábito de planear menús y alternativas más saludables para estas ocasiones especiales.
- Prefiere las comidas caseras. Evita los alimentos altamente procesados y los restaurantes de comida rápida. Las comidas caseras suelen estar más balanceadas que las comidas de restaurante. Las porciones de comida también son más razonables en casa. Las porciones de comida en los restaurantes tienden a ser excesivamente grandes, lo que también conduce a la obesidad infantil, ya que los padres alientan a sus hijos a terminarse todo el plato. Recuerda elegir siempre los mejores y más saludables ingredientes para tus comidas caseras.
- Proporciona un ambiente relajante y sin estrés. Algunos niños dependen de la comida para calmar su estrés y sus nervios. Proporcionar un ambiente relajante o evitar situaciones estresantes alivia la ansiedad que conduce a una búsqueda excesiva de alimentos. Algunos niños se podrían beneficiar de sesiones de meditación, yoga o mindfulness si sufren de ansiedad frecuente. Manejar las emociones de manera saludable puede ayudarlos a tener un mejor control sobre sus impulsos y hábitos alimenticios.
- Recomienda comer despacio. Engullir alimentos o masticar mal también puede llevar a comer en exceso. Enseñar a los niños a disfrutar la comida comiendo más lentamente y masticando bien sus bocados también podría ayudarlos a comer menos. Hará que su comida dure más tiempo y su cuerpo mostrará saciedad de manera más eficiente y oportuna. Cuando las personas comen demasiado rápido, sus cuerpos muestran señales de estar satisfechos cuando ya han comido demasiado.
- Busca asesoramiento u orientación nutricional. La obesidad infantil es un problema que debe tratarse y abordarse adecuadamente. Buscar la ayuda de un pediatra y/o nutriólogo realmente puede ayudar. Un especialista puede ayudarte a establecer un plan nutricional especial y aprender recetas específicas para preparar de acuerdo con las necesidades del niño. En LIMARP brindamos asesoramiento nutricional y orientación sobre acondicionamiento físico como parte de nuestros tratamientos para la obesidad. Si estás interesada/o en saber más sobre cómo prevenir o revertir la obesidad infantil, llámanos. Estaremos encantados de ayudarte.
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Bibliografía
[1] World Health Organization, “Obesity and overweight,” Apr. 01, 2020. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight.
[2] National Heart, Lung, and Blood Institute, “Overweight and Obesity.” https://www.nhlbi.nih.gov/health-topics/overweight-and-obesity.
[3] K. Sahoo, B. Sahoo, A. K. Choudhury, N. Y. Sofi, R. Kumar, and A. S. Bhadoria, “Childhood obesity: causes and consequences,” J. Fam. Med. Prim. Care, vol. 4, no. 2, pp. 187–192, 2015, doi: 10.4103/2249-4863.154628.
[4] J. Lanigan, L. Tee, and R. Brandreth, “Childhood obesity,” Medicine (Baltimore), vol. 47, no. 3, pp. 190–194, Mar. 2019, doi: 10.1016/j.mpmed.2018.12.007.