La obesidad se considera hoy en día como una epidemia mundial que ha sido un subproducto de nuestra forma de vida moderna. La prevalencia de la obesidad se ha casi triplicado en los últimos cuarenta años entre la población mundial [1]. Las razones de esto son muchas. Una importante es la disponibilidad de alimentos muy baratos, prácticos de preparar y ricos en azúcares, grasas y calorías que se ofrecen en los mercados y restaurantes de comida rápida. Esto crea un entorno obesogénico donde las opciones de alimentos saludables son escasas o caras.
Otra razón tiene que ver con las oportunidades que brinda la tecnología a nuestra vida diaria. Los avances en la tecnología han dado lugar a un estilo de vida más sedimentario; por ejemplo, la gente viaja de un lugar a otro en vehículos y no a pie ni en bicicleta, y, a medida que más y más personas se emplean para trabajar desde una computadora, cada vez más gente se la pasa sentada y físicamente inactiva durante períodos de tiempo muy prolongados.
El entretenimiento basado en la tecnología también ha contribuido a la prevalencia de la obesidad. Por ejemplo, la disponibilidad de videojuegos, servicios de streaming, internet y entretenimiento televisivo en general ha llevado al público a dedicar más tiempo sentado para jugar videojuegos, ver televisión o navegar por internet que haciendo deporte, salidas y cualquier tipo de actividad física lúdica.
La pandemia de COVID-19, en muchos casos, ha empeorado esta tendencia al obligarnos a quedarnos en casa. Puede que no lo parezca, pero todos estos cambios sociales y culturales en el comportamiento impactan nuestra salud de muchas formas sutiles y a largo plazo que pueden pasar desapercibidas hasta que es demasiado tarde.
Un ejemplo muy interesante, pero preocupante, de esto es la falta de sueño. Como el entretenimiento basado en la tecnología está más disponible para nosotros, los niños, adolescentes y adultos tienden a invertir más tiempo en sus electrónicos, sacrificando a veces su tiempo de sueño. Sin embargo, las horas de escuela y trabajo u oficina comienzan muy temprano en la mañana. En consecuencia, en las últimas décadas, cada vez más personas han adquirido el hábito de dormir menos de lo necesario.
La falta de sueño conduce a muchos problemas de salud ya que dificulta la calidad de vida en general. La falta de sueño contribuye a la somnolencia diurna, el agotamiento crónico, la pérdida de concentración, menor rendimiento académico y laboral , depresión… y obesidad. El vínculo entre los malos hábitos de sueño y la obesidad es tan directo y evidente que algunos científicos lo llaman una epidemia de privación del sueño y obesidad de preocupantes consecuencias para la salud pública [2].
A continuación, hablaremos de la relación entre la falta de sueño y la obesidad. Aprenderemos que este vínculo es bidireccional, ya que los malos hábitos de sueño pueden provocar obesidad y la obesidad puede traducirse en mala calidad de sueño. Si estás interesada/o en saber más sobre la obesidad y la privación del sueño, comunícate a LIMARP, nuestra clínica bariátrica ubicada en Tijuana, México. Estaremos encantados de ayudar.
La obesidad como primera epidemia
La Organización Mundial de la Salud ha estimado que un poco más de la mitad (52%) de la población adulta mundial tiene sobrepeso u obesidad, según datos de 2016. La obesidad, lamentablemente, también afecta a adolescentes y niños. La prevalencia de sobrepeso y obesidad entre los niños de entre 5 y 19 años fue del 18% en 2016, lo que equivale a 340 millones de niños y adolescentes en todo el mundo [1].
Sin embargo, estos porcentajes varían de un país a otro. Estados Unidos, Canadá y México, por ejemplo, son países en los que las tasas de sobrepeso y obesidad de adultos y adolescentes superan con creces el promedio mundial. En los Estados Unidos, el 73.6% de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad [3]. De este porcentaje, el 37% de los adultos padecen obesidad. Por otro lado, el 21% de los adolescentes de 12 a 19 años y el 20.3% de los niños de 6 a 12 años tienen obesidad [3]. Los números de Canadá son menos severos, pero también altos; el 31% de su población adulta y el 11% de su población adolescente tiene obesidad [4]. En México, el 28% de su población adulta y el 14% de su población adolescente la padece [4].
La obesidad es un problema de salud pública porque conduce a muchas dolencias como diabetes tipo 2, colesterol alto, enfermedades cardíacas, dolor en las articulaciones, enfermedad de la vesícula biliar, osteoartritis, apnea obstructiva del sueño y muchas más.
La apnea obstructiva del sueño, por ejemplo, es una enfermedad que obstruye el flujo de aire respiratorio durante el sueño debido al exceso de peso del paciente. La apnea obstructiva del sueño pone en riesgo la salud del paciente e impide que este descanse sus 8 horas. Esta dolencia es uno de los muchos ejemplos de cómo la obesidad y la falta de sueño están estrechamente relacionadas. Hablaremos sobre la apnea obstructiva de sueño más a fondo en una de las próximas secciones de esta publicación.
La falta de sueño como una segunda epidemia
De acuerdo con las pautas de la National Sleep Foundation de los Estados Unidos, los adultos de 18 a 64 años deben dormir de 7 a 9 horas cada noche . Los adolescentes de 14 a 17 años deben dormir entre 8 y 10 horas todas las noches, y los niños en edad escolar primaria deben dormir de 9 a 11 horas todas las noches [5].
Recomendaciones de la National Sleep Foundation (EUA) [5]
Rango de edad | Horas recomendadas de sueño |
0 a 3 meses | 14-17 horas |
4 a 11 meses | 12-15 horas |
1 a 2 años | 11-14 horas |
3 a 5 años | 10-13 horas |
6 a 13 años | 9-11 horas |
14 a 17 años | 8-10 horas |
18 a 64 años | 7-9 horas |
65 años o más | 7-8 horas |
Pero de acuerdo con la encuesta Sleep in America de 2005 de esa misma fundación, los adultos en Estados Unidos duermen un promedio de 6.9 horas por noche. El 40% de los encuestados informó haber dormido menos de 7 horas por noche durante la semana, y el 71% informó haber dormido menos de 8 horas [6].
En el caso de los adolescentes, una encuesta de 2006 sugiere que solo el 20% de los adolescentes duerme la cantidad óptima de sueño en las noches escolares (es decir, 9 horas o más). Esto mejora durante el fin de semana, cuando el 57% de los adolescentes duermen una cantidad óptima de sueño en las noches no escolares [7].
Parece, entonces, que los niños y adolescentes duermen menos que lo que se les recomienda.
Los datos de 690,747 niños y adolescentes de 20 países mostraron una disminución secular de 0.75 min / noche / año en la duración del sueño durante los últimos 100 años, con la mayor tasa de disminución del sueño en los adolescentes y en los días escolares [8].
¡Una encuesta más reciente de 2020 indica que los adultos estadounidenses se la pasan con sueño hasta 3 días a la semana! Esto tiene un impacto negativo en su estado de ánimo, actividades y agudeza [9].
La falta de sueño, ya sea en adultos, adolescentes o niños, impacta la salud de una manera negativa, ya que, no solo puede conducir a problemas nerviosos, cardiovasculares, respiratorios y metabólicos, sino que también aumenta el riesgo de desarrollar diabetes y enfermedades isquémicas del corazón [2]. Pero también, a muchos estudios epidemiológicos a gran escala han vinculado los malos hábitos de sueño con un aumento de la prevalencia y la incidencia de la obesidad [2].
¿Cómo se relacionan la falta de sueño y la obesidad?
El hecho de que la falta de sueño cause obesidad es irónico, pero la evidencia científica ha sido consistente en demostrar que la falta de sueño está relacionada con la obesidad. Una revisión de meta-análisis de 12 estudios que involucraron a 30,002 niños y adolescentes de todo el mundo mostró una razón de probabilidades de 1.89 para la falta de sueño asociada con la obesidad. Esto significa que el 89% de los niños y adolescentes que sufren de falta de sueño también luchan contra la obesidad [8]. Y muchos estudios científicos han mostrado la misma tendencia.
Pero, ¿cómo puede la actividad más sedentaria de todos los tiempos, el sueño, causar obesidad? Se han descubierto diferentes razones:
- Permanecer despierto durante períodos de tiempo más largos significa que se tiene más oportunidades de comer en exceso. La falta de sueño, entonces, aumenta la ingesta de alimentos. Esta tendencia se ha observado tanto en adultos como en adolescentes:
Spaeth et al. informaron que los participantes con restricción de sueño evaluados en condiciones controladas de laboratorio (N = 225 adultos sanos) ganaron 1 kg más que los controles después de 5 noches consecutivas de 4 h en la cama por noche. Los participantes con restricción del sueño consumieron calorías adicionales (130% de las necesidades calóricas diarias) y el aumento de la ingesta diaria de energía se debió a que comieron más comidas y al consumo de aproximadamente 550 calorías adicionales durante las horas de la noche [8].
- La falta de sueño es un factor de estrés para nuestro metabolismo e induce efectos adversos en una variedad de sistemas y hormonas corporales [8]. Un importante estudio realizado por Spiegel et al. descubrió que la falta de sueño altera muchas hormonas del apetito en los adultos, como la grelina y la leptina. También descubrió que la falta de sueño alteraba la tolerancia a la glucosa [2], [8]. Esta es una de las razones por las que la falta de sueño también se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
- La falta de sueño provoca agotamiento y fatiga durante el día. La fatiga generalmente impide que las personas hagan ejercicio. Por lo tanto, una mayor inactividad derivada del cansancio y la somnolencia puede hacernos gastar menos energía durante el día y almacenar más calorías en forma de grasa en nuestro cuerpo.
Estos son tres mecanismos a través de los cuales la falta de sueño se traduce en obesidad. Pero esta relación también se puede establecer en sentido contrario: la obesidad en sí misma puede conducir a la falta de sueño por apnea obstructiva del sueño y otras dolencias pulmonares.
Apnea obstructiva del sueño
La apnea obstructiva del sueño es una enfermedad muy prevalente entre las personas con obesidad. Más del 90% de los pacientes adultos con apnea obstructiva del sueño son obesos [10]. Esta enfermedad se caracteriza por la frecuencia de episodios en los que el paciente deja de respirar mientras está profundamente dormido durante la noche. La razón por la cual el paciente deja de respirar es porque su peso y su musculatura obstruyen el paso de las vías respiratorias hacia la tráquea mientras duerme. El depósito de grasa alrededor de la lengua, el tejido blando en la faringe, una circunferencia amplia del cuello y la disminución del tono muscular que se relaja durante el sueño contribuyen al bloqueo de las vías respiratorias. Cuando comienza la apnea, el paciente comienza a recibir cada vez menos aire y tanto la frecuencia cardíaca como la presión arterial comienzan a disminuir también. Cuando el paciente alcanza un nivel crítico, se despierta con una oleada de reflejos con taquicardia e hipertensión. Una persona que duerme normalmente podría tener hasta 5 apneas por hora en promedio. Una persona que lucha contra la apnea del sueño podría tener desde 6 a más de 30 episodios de apnea por hora [10] .
Los síntomas clínicos de la apnea obstructiva del sueño incluyen ronquidos fuertes, apnea notoria, jadeos, asfixia, sueño interrumpido, sueño inquieto, somnolencia diurna y sueño inadecuado [10].
Las complicaciones de la apnea obstructiva del sueño incluyen muerte prematura, muerte súbita por causas cardíacas, arritmias cardíacas nocturnas, hipertensión, cardiopatía isquémica y accidente cerebrovascular [10] .
Cirugía bariátrica como opción de tratamiento
La cirugía bariátrica es un tratamiento seguro y efectivo para la obesidad que logra la pérdida de peso y que mejora, y en muchos casos resuelve, diferentes condiciones de salud como diabetes tipo 2, hipertensión, apnea obstructiva del sueño, enfermedades cardíacas y muchas más. Con la cirugía bariátrica, un paciente puede perder hasta un 30% de su peso corporal total o un 80% de su exceso de peso.
Los pacientes elegibles para cirugía bariátrica tienen un índice de masa corporal (IMC) superior a 35 y más de 2 enfermedades relacionadas con la obesidad, o tienen un IMC superior a 40. Los adolescentes que cumplen con estas características también son elegibles para cirugía bariátrica con la autorización de sus padres o tutor. Ejemplos de cirugía bariátrica incluyen manga gástrica, bypass gástrico, cruce duodenal, balón intragástrico y clip gástrico.
En LIMARP Centro de Excelencia Internacional en obesidad, ofrecemos tratamientos quirúrgicos y no quirúrgicos para la obesidad. Nuestra clínica está certificada como Centro de Excelencia por la Surgical Review Corporation y es uno de los principales destinos de turismo médico en Tijuana y Baja California. Nuestra cirujana líder y directora ejecutiva, la Dra. Liza María Pompa González, ha realizado miles de cirugías bariátricas a pacientes que viajan de todo el mundo a nuestra clínica. Ha sido certificada como Cirujana Maestra y Cirujana de Excelencia por la Surgical Review Corporation, lo que la convierte en la primera cirujana en recibir este reconocimiento de la Corporación.
Estamos ubicados a solo 15 minutos de la Frontera Internacional de San Ysidro, en la zona comercial más dinámica de Tijuana, justo al lado del campo de golf urbano de la ciudad, en el Complejo de las Torres de Aguacaliente .
Nuestro programa bariátrico integral trata la obesidad desde un enfoque multidisciplinario que incluye una intervención quirúrgica o no quirúrgica, asesoramiento psicológico, orientación nutricional, un plan de acondicionamiento físico personalizado y seguimiento a largo plazo para lograr resultados de pérdida de peso duraderos, excelente salud y bienestar.
Contáctanos
Si estás interesada/o en saber más sobre la falta de sueño y la obesidad, llama a nuestra clínica hoy mismo. En LIMARP Centro de Excelencia Internacional en obesidad, ofrecemos programas bariátricos integrales que incluyen intervenciones médicas, psicológicas, nutricionales, conductuales y físicas para derrotar la obesidad con resultados duraderos. Llama a nuestra clínica hoy para programar una consulta gratuita. Nuestro equipo de expertos estará encantado de ayudarte.
Referencias
[1] World Health Organization, “Obesity and overweight”, abr. 01, 2020. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight (consultado nov. 02, 2020).
[2] A. Currie y F. P. Cappuccio, “Sleep in children and adolescents: A worrying scenario”, Nutr. Metab. Cardiovasc. Dis., vol. 17, núm. 3, pp. 230–232, mar. 2007, doi: 10.1016/j.numecd.2006.10.007.
[3] Centers for Disease Control and Prevention, “Obesity and Overweight”, National Center for Health Statistics, mar. 01, 2021. https://www.cdc.gov/nchs/fastats/obesity-overweight.htm (consultado sep. 19, 2021).
[4] World Health Organization, Noncommunicable diseases country profiles 2018. World Health Organization, 2018. [En línea]. Disponible en: https://apps.who.int/iris/handle/10665/274512
[5] E. Suni, “How Much Sleep Do We Really Need?”, Sleep Foundation, mar. 09, 2021. https://www.sleepfoundation.org/how-sleep-works/how-much-sleep-do-we-really-need (consultado sep. 19, 2021).
[6] National Sleep Foundation, “2005 Sleep in America Polls”, 2005. Consultado: sep. 19, 2021. [En línea]. Disponible en: https://www.sleepfoundation.org/wp-content/uploads/2018/10/2005_summary_of_findings.pdf
[7] National Sleep Foundation, “2006 Sleep in America poll”. https://www.sleepfoundation.org/wp-content/uploads/2018/10/2006_summary_of_findings.pdf (consultado sep. 19, 2021).
[8] J.-P. Chaput y C. Dutil, “Lack of sleep as a contributor to obesity in adolescents: impacts on eating and activity behaviors”, Int. J. Behav. Nutr. Phys. Act., vol. 13, núm. 1, p. 103, dic. 2016, doi: 10.1186/s12966-016-0428-0.
[9] National Sleep Foundation, “Sleep in America poll 2020”. Consultado: sep. 19, 2021. [En línea]. Disponible en: https://www.sleepfoundation.org/wp-content/uploads/2020/03/SIA-2020-Q1-Report.pdf
[10] R. M. Gomes, “Perioperative Management of Obstructive Sleep Apnea After Bariatric Surgery”, en Bariatric Surgical Practice Guide, P. R. Palanivelu, S. Kumar, y R. M. Gomes, Eds. Springer, 2017, pp. 179–187.