Las dietas no funcionan

En el mundo actual, donde según datos de la Organización Mundial de la Salud existen mil millones de personas con […]

En el mundo actual, donde según datos de la Organización Mundial de la Salud existen mil millones de personas con obesidad, una de las industrias que más ha crecido es la de las dietas. Todos los días y por todas partes vemos anunciadas dietas, programas de detox o suplementos maravilla que prometen ayudarnos a bajar de peso de una vez por todas. La realidad es que detrás de algunos de estos productos suele haber gente que se aprovecha de la vulnerabilidad de personas con obesidad y sobrepeso para obtener su parte de este lucrativo negocio. Un negocio que según un artículo publicado por el U.S. News and World Report, rebasa los 60 mil millones de dólares.

Muy a pesar de estas inversiones, los altos índices de sobrepeso y obesidad no hacen más que seguir en ascenso o en el mejor de los casos se mantienen igual. Son muchas las razones que pueden explicar este fenómeno, una de las principales es la enorme oferta de comida hipercalórica que existe en el mercado. Mucha de la comida industrializada que encontramos ahora en todas partes, contiene altos niveles de azúcares, harinas refinadas, grasas y sodio, pero no proporciona niveles adecuados de nutrimentos. Esto nos coloca en una ambiente obesogénico cuidadosamente diseñado para que siempre queramos comer más y en el que mantener un peso saludable pareciera ser una lucha constante.

Para remediar el problema mucha gente opta por dietas de moda o restrictivas. El más tradicional de los caminos es adoptar una dieta hipocalórica; comer cantidades pequeñas de comida poco antojable y hacer mucho ejercicio. Otra tendencia muy popular es la de eliminar grupos de alimentos por completo, ya sean carbohidratos, productos animales, grasas, etc. ¿Pero cómo responde el cuerpo cuando lo privas del suministro de energía que estaba acostumbrado a recibir? Responde alarmándose y desencadenando mecanismos compensatorios que provocan una desaceleración del metabolismo y un aumento del hambre. En otras palabras, el cuerpo dice me voy a morir de hambre si me siguen restringiendo el alimento, vale más que todo lo almacene y que dé la orden de comer más cuando haya oportunidad.

Dietas restrictivas como las que eliminan los carbohidratos casi por completo pueden funcionar de momento, pero a mediano plazo tiende a haber un rebote cuando la persona empieza poco a poco a darse cuenta que no puede pasar su vida entera sin comer un pedazo de pan o una tortilla. De cualquier modo y sea la dieta que sea, cuando la persona reasume sus patrones sociales y de alimentación regulares, es casi seguro que aumentará rápidamente de peso. Esta realidad es la que genera el efecto yo-yo, la aparente adicción a las dietas que se van poniendo de moda y la susceptibilidad a creer que el siguiente producto milagro hará la diferencia.

Nos hemos hecho expertos en ponernos a dieta, pero no logramos los resultados que tanto queremos.

Según el Institute for the Psychology of Eating existen tres factores fundamentales que impiden que las dietas funcionen a largo plazo.

  1. Nuestra biología. El cuerpo identifica la restricción alimentaria de una dieta como un factor de estrés y bajo condiciones de estrés el cuerpo produce hormonas que desaceleran el ritmo al que quemamos calorías; el cuerpo es experto en conservar energía para asegurar su supervivencia ante una percibida situación de riesgo, como sería quedarse sin alimento.
  2. Las dietas no crean cambios sustentables. La mayoría de nosotros podemos cambiar nuestra forma de comer por un periodo corto de tiempo, pero para crear cambios a largo plazo tenemos que informarnos sobre nutrición, entender por qué comemos como lo hacemos, conocer qué hay detrás de nuestras decisiones alimentarias y analizar la mentalidad con la que llegamos a la mesa.
  3. ¡Las dietas no son divertidas! Todas las dietas exigen algún tipo de privación, con frecuencia hay listas de alimentos que puedes o no puedes comer y se necesita mucha fuerza de voluntad para seguir todas las reglas. Pero un plan demasiado restrictivo, que no nos ayude a cambiar nuestra relación con la comida es una fórmula segura para aumentar el estrés y ya sabemos que el estrés dificulta la pérdida de peso.

Para poder seguir y disfrutar una dieta saludable hay que conocer todas las maravillosas ventajas que nos brinda y explorar un poco la psicología detrás de nuestros patrones alimenticios. Elegir un plan sensato, trabajar en nuestra relación con la comida y encontrar placer en los alimentos que nos llenan de energía y mejoran desde nuestra apariencia hasta nuestro humor es la fórmula más segura para lograr un peso naturalmente saludable y estar en paz y felices con nuestro cuerpo.

Todo este cúmulo de información nos puede llevar a pensar que bajar de peso, y mantenernos, es materialmente imposible; eso sin contar el factor genético que forma parte de la ecuación para muchas personas. Si bien no hay una solución general que le ayude a todo mundo a bajar de peso por igual, existe una verdad innegable que resume una parte importante de la tan buscada solución: para bajar de peso a largo plazo, el único remedio es cambiar de hábitos.

No hay magia y no hay secretos; pero lo que sí hay son herramientas y cada persona debe encontrar la que mejor le sirva. Lo cierto es que un programa práctico y realista, diseñado por expertos y que además ofrezca asesoría personalizada, presenta la mejor oportunidad para cambiar de hábitos para siempre.

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